martes, 29 de noviembre de 2011



Por problemas técnicos se cortó la grabación de este bellisimo cuento. A continuación les copio el final del cuento:
"... Padre: - Tu porvenir habita en mis pensamientos. ¿Quíén piensa mejor sobre tu futuro que tu amado padre? Al salir el sol serás esposada con un noble de tierras lejanas. Vendrá a buscarte y llevará tu vida de manera digna. Te llenará de riquezas, vivirás con su familia en su morada y no te perderás en las promesas de cualquier joven de baja alcurnia, no merecedor de tu presencia, sin lugar en nuestra familia.


Málake, con ojos bien abiertos y llenos de lágrimas llevó las manos a su cara, desesperada. Con voz quebrada por el llanto hacía lo imposible por convencer a su padre de que eso no era lo mejor para su vida. Le destrozaría el corazón al entregarla a un desconocido y ella moriría si la alejaran de Khalil.
Málake: - Desventuradas las palabras que acabo de oír. Enfermo de tristeza porque en eso diferimos. ¡Mi corazón pertenece a otro caballero, te ruego mi querido padre, no enlutes mi vida!
El padre sin quererla escuchar, descubre cerca a Khalil. Lo señala llamándolo. Khalil se acerca con la cabeza baja, con respeto.
Padre: -¡Ven aquí Khalil! Te elijo para que decidas quién tiene razón: Mi hija o yo!
Khalil: -Usted mi señor, toda la razón es de usted…
Málake incrédula, asombrada mira a Khalil. Retrocede unos pasos.
Padre:- ¡Pero hijo, no sabes de qué hablo!
Khalil: - En esta morada usted es el dueño de la sabiduría, lo demás es joven y arrebatado. Su palabra es la que vale…
Mira con tristeza a Málake, ella lo mira a él, resignados, tristes, enamorados…
Padre: -¡Oh, pues ya, mi bella hija! Has sacado de mi pecho mi última palabra. ¡Así se hará!
El padre dio media vuelta y con actitud altiva volvió a entrar al palacio.
Nadia, la madre, bajó su cabeza con gesto de congoja y cerró despacio la cortina de la ventana con forma de cerradura.

En el jardín, los dos amantes quedaron separados por un rosal.
Sin palabras entendieron el pensamiento, uno del otro. Ella princesa, él criado.
Llegó la noche, sólo se escuchaba el cantar de los grillos. Una ventana entreabierta en la entrada del palacio reflejaba una ausencia.
Mientras los rosales danzaban al compás de la brisa tibia de la primavera, la luna se hacía cómplice de dos enamorados huyendo al infinito.
                                                                                                                                     Eva Nazar

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